domingo, 25 de julio de 2010

We were the champions

No sólo ganó España; no sólo fueron galardonados Iker Casillas, José Manuel Reina, Victor Valdés -en la portería-; no sólo fueron condecorados Joan Capdevilla, Carles Puyol, Gerard Piqué, Raúl Albiol, Sergio Ramos, Álvaro Arbeloa o Carlos Marchena -en la defensa-; no sólo fueron laureados Xabi Alonso, Sergio Busquets, Xavi Hernández, Jesús Navas, Cesc Fábregas o Javi Martínez -en el centro del campo-; no sólo fueron coronados David Silva, Juan Manuel Mata, Fernando Torres, Pedro Rodríguez, Fernando Llorente o David Villa ['Deivid Vila' en este Mundial de Sudáfrica], en la delantera; aquel 11 de julio de 2010, todos los que tuvimos la oportunidad de asistir a este acontecimiento único de la historia, obtuvimos nuestra recompensa. Esta foto, con uno de los vencedores [Carles Puyol] es mi pequeño homenaje a todos los que permitistéis que aquel Mundial yo también ganara algo.



Tsamina mina Zangalewa

La imagen está sobrevalorada. Lo reconozco. Cuanto más viajo más me doy cuenta de que los recuerdos que perduran pertenecen a sentidos distintos a la vista –por más fotos que subamos a Facebook-. Cuando pienso en Miami todavía recuerdo cómo la humedad penetra en cada poro de la piel al aterrizar en el aeropuerto internacional MIA o el rugido de los motores de los deportivos que se contonean por la Ocean Drive de South Beach; de Salvador de Bahía (Brasil) rememoro el intenso sabor a dendê, un aceite azafranado onmipresente en la cocina bahiana; y del Mundial de Sudáfrica acarreo el aullido de las vuvuzelas, el abrazo gélido de las seis horas en la tribuna de Soccer City los días de partido y el murmullo de la afición.

Son estas cosas las que distinguen al viajero del espectador que conoce el mundo através de una pantalla. Los olores, sabores, sonidos y sensaciones que se capturan cuando se viaja acompañan al trotamundos como un tatuaje para el resto de su vida. Hoy (25 de julio de 2010), dos semanas después de que Sudáfrica viese cumplido con creces el cometido de escribir un fragmento de la Historia en letras mayúsculas, me he atrevido a escuchar el Waka-Waka por vez primera lejos de la tierra de las vuvuzelas y he vuelto a comprobarlo.

El Waka Waka en Madrid

Suelo darme un margen para el luto después del adiós -técnicas de supervivencia-. Cumplido el deadline, busco la canción en el youtube de mi blackberry. Siento un nudo en el pecho como el que se dispone a saltar al vacío. Trago saliva, pulso el play y cierro los ojos. Silencio durante unos segundos eternos que dan paso al bullicio de las gradas. Automáticamente siento el frío del estadio de Soccer City.

You're a good soldier

Choosing your battles

Pick yourseld up and dust yourself

off get back in the saddle

Mantengo los ojos cerrados, se me acelera el pulso, el nudo del pecho se dilata y escucho el jaleo de la afición.

You're on the front line

Everyone's watching

You know it's serious

We're getting closer

This isn't over

Llego a sentir el impacto de los balones que golpean en las botas de los jugadores minutos antes de que comience el encuentro. Es curioso, pero no son imágenes las que me vienen a la cabeza mientras Shakira se recrea en un ‘Tsamina mina zangalewa’ que me revienta el alma, sino que son los sonidos del Mundial los que me acompañan.

Tsamina mina eh, eh

Waka waka eh, eh

Tsamina mina zangalewa

This time for África

jueves, 15 de julio de 2010

Todos con la roja

Paradójicamene, 'la roja' ganó de azul su primera Copa del Mundo...


En Durban nos apoyaron....

En Pretoria se volcaron...

También en Joburg...

Hasta la naturaleza parecía rendida a su hechizo...

                              
¡Un brindis por cada minuto mágico de este Mundial!

Sudáfrica, desde los ojos de un guerrero Zulú

John, uno de los azafatos de Ushaka Marine World, con traje de guerrero Zulú


ISABEL GARCÍA-AJOFRÍN


Encontré a John vestido de guerrero Zulú en el Acuario de Durban, con una piel de vaca sobre sus caderas y los hombros, el vientre desnudo y un escudo y una lanza en la mano. Ushaka Marine World , como se llama aquel parque con delfines, tiburones y todo tipo de fauna marina es una de las atracciones de la ciudad, y hace honor con su nombre a uno de los guerreros sudafricanos más importantes.


Esa noche se enfrentaba España a Alemania en semifinales y hablé con John de fútbol pero también de su país. Me interesé por el significado de aquella vestimenta y me explicó que recordaba a los guerrero Zulús que se enfrentaron a los europeos cuando ocuparon sus tierras. Entonces él me preguntó por España y por si era cierto que había hombres que se encerraban en una plaza con un toro y le clavaban espadas en el cuerpo. -"Si, son toreros”-, respondí con una sonrisa, y entonces me pareció mucho más rara mi cultura que la suya, y entendí que las costumbres desde fuera podían verse extrañas.


John tenía 29 años, y trabajaba con aquel disfraz para turistas los fines de semana -algún día más durante el Mundial -, y el resto del tiempo colabora en el negocio familiar, una gasolinera. Esa mañana salió a las dos en punto del medio día –según marcaba su ‘blackberry’-, entonces ya vestido con vaqueros y una camiseta azul, y fue a comer una hamburguesa frente a la playa. Para mí, él era una metáfora de mis experiencias en Sudáfrica.


Estuve allí durante todo el campeonato y regresé ayer, con el alivio de que la Roja había ganado la copa, pero también con una mente más abierta y unas ganas enormes de que todos conociesen la belleza del país.


Más que animales, asfalto


Se trataba del primer Mundial en el continente africano y por ello Coca Cola hizo jugar al fútbol a un niño con un león y que Shakira bailase el Waka Waka. Es extraño porque debo decir que en el mes que estuve en aquel país no vi ningún animal -a excepción de los del Acuario de John.


Al contrario, de Johanesburgo recuerdo los majestuosos jardines del casino, los lujosos hoteles y restaurantes de Mandela Square o las discotecas de Rosebank, con moqueta roja en la entrada, estilosas estufas en la terraza , -si, en Sudáfrica hace frío-, y discjokeys que podrían competir con los mejores del mundo. Ciudad del Cabo es, sin duda, un lugar de ensueño, con la Montaña de Mesa vigilando la urbe mientras sus habitantes bebían una copa de vino en Waterfront -el refinado puerto-, o en Long Street, la arteria principal, plagada de bares y tiendas. Y como no, la ciudad de Durban, con su cálido tiempo todo el año, y sus interminables playas, bañadas por el mar del Índico.


“¿Qué te parece Sudáfrica?” me preguntó un taxista en Johannesburgo cuando regresaba al aeropuerto, y con el que repetí una conversación que ya había mantenido de forma idéntica una decena de veces con otros conductores. “Es un lugar maravilloso”, respondí, ya conociendo lo que añadiría posteriormente. -“A que no tiene nada que ver con lo que leíste en los periódicos antes de venir”-, contestó él. Y asentí con la cabeza.


“¿Y cómo será este lugar cuando termine el Mundial?”, pregunté a John, mientras mordía su hamburguesa, mirando a los chiringuitos, y al mar. –“Ushaka es así todo el año”, me contestó con una sonrisa orgullosa, y me alegré, y pensé que era afortunado de vivir en un sitio como ese.

Entrevista para el diario 'El Correo' de Lima

Para el periódico peruano "las gemelas de España" le dieron suerte al equipo.






Isabel y Lola García Ajofrín son las gemelas más populares del mundial. Ellas son las únicas voluntarias españolas de la Copa del Mundo y hoy han prometido meterse a la cancha para celebrar con sus compatriotas, si estos logran el título.


"Nos entrevistan todo el mundo. Somos españolas y vivimos en Madrid. Hace un año aplicamos juntas para voluntarias y hace tres meses nos dieron la noticia que habíamos sido elegidas. Hemos seguido a la selección española en todos sus partidos y creo que le dimos suerte al equipo", dijeron las hermanas quienes se dedican a auxiliar a periodistas, directivos y selecciones en su estadía en Sudáfrica.


Ellas se pondrán hoy la camiseta roja de España debajo de la chaqueta verde que identifica a las voluntarias. "Si campeonamos nos meteremos a la cancha para festejar. Dios ha querido que estemos en el lugar que millones de españoles ansían", dijo Lola.


Johannesburgo/Correo Jorge Esteves (Enviado especial de Epensa)

Lo que no se dijo de Sudáfrica


Una mochila llena de dinero se pasea intacta 24 horas en un autobús de Durban


LOLA GARCÍA-AJOFRÍN


Muchos dejaron en casa la blackberry, el reloj bueno y los zapatos de tacón alto antes de viajar a Sudáfrica. Era obvio. En un país poco rendido al paquete vacacional y al turismo de masas -a excepción de algún safari-, la escasa información que se ofrecía a los aficionados se limitaba a la alarma mediática generada por un par de accidente previos al evento. El asalto al hotel de tres periodistas españoles y el robo a mano armada de otros cuatro miembros de la prensa china dio la vuelta al mundo con la inauguración del primer Mundial de África a la vuelta de la esquina; cundió el pánico; y los medios internacionales se encargaron de hacer su parte al advertir a los miles de hinchas de que viajaban a un de las zonas más peligrosa del planeta. Así, los más osados dejaron el reloj en casa; y los más precavidos se quedaron también ellos.


“Dijeron que no lo lograríamos, pero después de que 204 equipos jugasen 848 eliminatorias, marcando 2.337 goles; 32 equipos y 736 jugadores vinieron a Sudáfrica para el mayor evento de fútbol”. Con estas cifras, el diario sudafricano The Star hacía balance de la competición, un día después de su desenlace. Leo la información en el vuelo de vuelta; y lo entiendo como una forma de exigir justicia a la prensa que tanto se había cuestionado si Sudáfrica estaba preparado para albergar uno de los mayores eventos deportivos. Uno de los peligros del poder de los medios es hacer de la anécdota, norma; una vez silenciadas las vuvuzelas y apagado el ‘waka-waka’ es momento de escuchar otra canción. Tras cuatro semanas como voluntaria de prensa de FIFA en el estadio que concedió la primera copa del mundo a España, Soccer City, donde tuve el honor de ver cómo se escribe la Historia letra a letra, ésta es la anécdota de mi viaje, en una Sudáfrica de la que no me hablaron los medios antes de partir.


No se llevaron ni un RAND


Un portátil, 800 dólares, una tarjeta de crédito y documentación varia era el preciado botín que podrían haberse agenciado los que dejaron pasear intacta una bolsa de viaje en uno de los autobuses que acercan a los pasajeros del aeropuerto de Durban al centro de la ciudad. Dicen que de los errores se aprende; y un descuido nos regaló una grata lección. Siete de la mañana, aeropuerto Rey Shaka (Durban). El shuttle -autobús- que recorre el litoral de la ciudad hasta la Estación central regala a la vista todo un festín de contrastes que encumbran sobre la arena desde el discreto azabache de las decenas de mujeres que visten burka al celeste del su océano Índico –el más cálido, dicen los que no se han sumergido en el Mediterráneo- y del mismo color que las camisas rayadas de numerosos hinchas argentinos, que memoran a los buenos tiempos de su seleccionador, allá por 1986, cuando el periodista Victor Hugo vociferase aquello de “¿De qué planeta viniste para dejar en el camino a tanto inglés, para que el país sea un puño apretado gritando por Argentina?”.


Con el mismo sueño, cientos de argentinos se desplazaron esa semana hasta Durban para presenciar la semifinal que según todos los pronósticos tendría que haber enfrentado a los de Maradona con los de Del Bosque –al final fue un insólito Alemania-España; cosas del fútbol-. Con la misma intención dos periodistas españoles y dos argentinos, que participamos como voluntarios de prensa de FIFA en El Mundial, también nos dirigimos a "la ciudad mejor administrada de África”, que diría la ONU en 1998-, uno de los principales centros turísticos del país y el principal puerto del continente, Durban. Nuestro equipaje lo constituyen dos maletas pequeñas y una mochila; poca cosa para sólo unos días, aunque uno de los bultos alberga numerosos objetos de valor y una considerable cuantía de dinero porque uno de los periodistas continuaba viaje desde Ciudad del Cabo.


La fortuna quiso que fuese precisamente esa mochila la que faltase a nuestra llegada al hotel; y los prejuicios nos empujaron a pensar en el robo como la primera de las opciones. La cámara de seguridad de recepción lo descartó. “Chavales, llegasteis sin el bolso”, nos aseguró amablemente la recepcionista, mientras se recreaba una y otra vez en las imágenes de nuestra llegada, a cámara lenta. Resultaba irónico. Tanto como pensar que una mochila repleta de dinero y tecnología punta daba vueltas dentro de un autobús en el que nos habían dicho era uno de los países más peligrosos del mundo; mientras la recepcionista se empeñaba en localizar al conductor para informarle del olvido. Llamada tras llamada el escepticismo se convirtió en resignación y optamos por cancelar la tarjeta de crédito. A esas horas a la mochila no debía quedarle ni la cremallera. Nos rendimos.


La recepcionista no. A la mañana siguiente nos despertó con un papel en el que figuraba la dirección en la que debíamos ir a recoger la mochila, que siempre estuvo en el primer shuttle que tomamos. En Sudáfrica, aquel país del que los medios de comunicación seguían cuestionándose si estaba preparado para albergar un Mundial, nos devolvían una mochila que había paseado durante horas por las calles de Durban, con dinero, un ordenador y otras tantas cosas. Estaba intacta. “África no es más el continente negro después de que las luces del mundo lo iluminasen del Cabo al Cairo la pasada noche”, rezaba el diario sudafricano ‘The Star’ en la primera página en la que mencionaba las cifras. Si vamos a construir un periodismo de anécdotas, contemos todas.